miércoles, 28 de abril de 2010

El Oro del Mariscal (Capitulo II)

Nos hicimos de ruta detrás de una poderosa leyenda que se extiende a lo largo de todo el territorio paraguayo: la de los tesoros enterrados, más conocida como Plata Yvyguy. Su historia se remite a los términos de la guerra contra la triple alianza, cuando muchas familias adineradas habrían enterrado sus pertenencias más valiosas a fin de resguardarlas. De allí también surge la leyenda del tesoro nacional, el cual habría sido enterrado en algún lugar del trayecto del ejército paraguayo hacia Cerro Cora.
La Volkswagen Touareg ha salido a recorrer el trayecto de Juan Bautista Delvalle, el entonces tesorero nacional, y sus míticas carretas cargadas de oro, en busca de historias, leyendas, versiones y con la esperanza de hallar el sitio donde habrían ido a parar los bienes de aquel Paraguay que iba muriendo.
En el programa anterior, empezamos el viaje siguiendo el camino de la novela histórica de Osvaldo Bergonzi, que nos llevó hasta las ciudades de Caacupé y Azcurra.

Las monedas en Paraguay

La posibilidad de la existencia de una gran reserva de oro en el tesoro nacional en tiempos de Francia y los López, así como la posesión de este metálico en grandes cantidades por parte de la población de ese tiempo divide aguas en la historiografía. La perdida de documentos durante la guerra, sobre todo, hace difícil saber con certeza el contenido y número del erario público, así como la cantidad de oro circulante en el país.
Debido a la falta de materia prima, maquinarias y gente especializada, la primera moneda nacional fue acuñada recién en 1845 por un decreto de Don Carlos Antonio López. Antes y durante la guerra de la triple alianza se utilizaron monedas de oro y plata cortadas en dos, cuatro y ocho partes, de origen hispanoamericano y europeo; algunos de los cuales eran resellados para obtener un cariz nacional.
Entre las monedas extranjeras de más valor, y más conocidas, estaba el Carlos IV, acuñada sobre oro, así como las libras esterlina de procedencia británica.


El Plata Yvyguy Rekaha

Sin duda entre los personajes que alimentan a la leyenda del “Plata Yvyguy”, se vuelve protagonista el “Plata Yvyguy rekaha”, el buscador de tesoros. Los mismos, han proliferado desde la culminación de la guerra grande, cuando empezaron a circular las versiones sobre tesoros portentosos enterrados por las familias acaudaladas y el gobierno. Hoy en día,los PlataYvyguy rekaha” siguen existiendo y no son pocos.

Los obsequios de López

Algunos hechos históricos que alimentaron la historia del oro del Paraguay de los López se produjeron durante el transcurso de la guerra. En 1866 las señoras de Asunción, obsequiaron al Mariscal una bandera bordada por ellas mismas, en oro, diamantes y rubíes; y cuya asta era de plata.
También le enviaron un álbum encuadernado en oro sólido y acomodado en una caja, con una estatua ecuestre encima. El libro de oro, como es conocido el obsequio, fue llevado al Brasil, luego devuelto en 1975. Finalmente habría sido secuestrado por un funcionario del gobierno del presidente Stroessner.
Nuevamente en el año 1868, López recibió presuntuosos obsequios que buscaban demostrar el apoyo a la causa nacional y a su conductor. Los regalos consistieron en una espada de honor y una corona de laurel fundida en oro. El puño de la espada estaba formado por un San Jorge y el dragón, todo de oro macizo, adornados con 23 brillantes y piedras preciosas. La vaina era de oro con arabescos en relieve. La envoltura y la presentación de la misma no se quedaban atrás en lujo. Esta espada se encuentra actualmente en el museo de Río de Janeiro.
Según el testimonio del Coronel George Thompson, las mujeres paraguayas, desde la más adinerada a la más pobre, poseían muchísimas joyas debido a que eran los únicos artículos de lujos importados. Así también, los regalos que hacían los paraguayos a sus novias consistían siempre en alhajas.
Otro hecho importante es también la entrega de las joyas de las Residentas, mujeres de todo el país, a la causa nacional en Isla Umbú. Estos hechos confirman de alguna manera la circulación de una importante cantidad de joyas y oro entre las familias paraguayas. Sin embargo, nos deja aun la duda acerca de lo que pudo haber quedado.

De tesoros y diplomáticos

Poco antes de la ocupación de Asunción, numerosas familias asuncenas, así como profesionales y habitantes extranjeros, ingleses, italianos y franceses, depositaron sus alhajas y dinero en metálico en las legaciones de Estados Unidos, Italia y Francia. Cuando los aliados desembarcaron, los brasileros no se dejaron intimidar por la inmunidad diplomática de dichas potencias y las saquearon, incluso ocuparon algunas de ellas.
Como si fuera poco, en la embajada italiana, el diplomático Lorenzo Chaperon habría secuestrado parte de los numerosos bienes, también parte de la depositada en la legación americana que estaba a su cargo por el cambio de embajadores. Según el testimonio del embajador norteamericano Wasburn, algunos prominentes como el viejo Solís, acaudalado español de quien se decía depositó joyas y diamantes por valor de 100 mil dólares, lo volvió a retirar de la legación al igual que otros, para depositarlo en un lugar más seguro, quizá para enterrarlo.

Devoluciones demoradas, pero en fin

Tras un largo viaje, de prolongada disputa diplomática, en 1926, durante el gobierno de Eligio Ayala, fueron devueltos los restos de las joyas paraguayas usurpadas por los brasileros durante la ocupación de la legación americana. Apenas un arcón sobrevivió. La misma fue reclamada por los Estados Unidos, a donde llegó finalmente, para luego ser devuelta al Paraguay. El mismo puede apreciarse hoy en el museo numismático del Banco Central, donde pueden verse joyas y utensilios de oro y plata. Para algunos historiadores esta es una prueba de la humilde posesión de metálicos de las familias, para otros, sin embargo, eso demuestra, precisamente, la abundancia de oro que había en Paraguay.

Otros presumibles destinos

El oro del Paraguay de Francia y de los López seguirá dando que hablar. Mientras, las carretas del tesoro nacional no dejan tampoco de generar conjeturas, tras cuyos pasos nos dirigimos.
Nos desviaremos brevemente del rumbo de las carretas de Juan Bautista del Valle en su marcha a Cerro Cora, para analizar otros posibles destinos del tesoro nacional.
Según la escritora e investigadora Josefina Pla, en vistas a la evacuación de Asunción, el gobierno habría dispuesto que con el mayor secreto, el tesoro nacional sea enviado a seis localidades distintas del interior; en cajones fuertemente sunchados y con consignaciones diferentes, remitidos a los jueces de Paz y párrocos locales.
Una nota de octubre de 1867 escrita por el jefe de milicias y el juez de paz de Caraguatay parece corroborar la versión en parte. El mismo, iba dirigido al Tesorero de entonces, General Don Saturnino Bedoya, luego fusilado en San Fernando. Hacía acuse de recibo de dos cajas que contenían varias alhajas de plata, con el fin de ser conservadas con la mayor seguridad, manteniendo el secreto de dicha remisión.
Habrían sido también destinados varios bultos y cajones herméticos, rotulados “Cartuchos de bala”, encaminados bajo custodia segura por el tesorero Bedoya a las autoridades de Piribebuy, Barrero Grande, San José de los Arroyos, Ajos, Valenzuela y Caraguatay. Su contenido es un misterio, pero no pocos señalan que formaban parte del tesoro nacional.
También según la versión que habla de la distribución del tesoro nacional a seis localidades del interior del País, San José de los arroyos habría sido uno de esos destinos. Esta localidad era en tiempos de la guerra, una de las más importantes del país. Aun en su casco urbano, pueden observarse numerosas construcciones antiguas, la mayoría del periodo independiente y republicano.
Como todo pueblo paraguayo que data del siglo XIX, San José cuenta con muchas historias y leyendas sobre tesoros enterrados. Y sus pobladores lo registran.

Atracción internacional


Dejando atrás al estereotípico campesino que iba detrás de apariciones, señales sobrenaturales y sueños, los buscadores modernos de tesoros hoy se han profesionalizado. Muchos han adaptado la tecnología y los conocimientos históricos para esta particular actividad.
Desde la finalización de la guerra, la historia de los tesoros enterrados ha desatado una especie de fiebre del oro en Paraguay, trayendo incluso a extranjeros en busca de la leyenda. Ya en 1882 una empresa francesa, liderada por Jean Brunner buscó el oro de los López, con resultado negativo.

Publicaciones que corroboraron descubrimientos

Según relata el investigador Carlos Pusineri Scala; el diario de la Tarde, en su edición del 28 de diciembre de 1904 publicó un suelto titulado “La riqueza oculta”. En él se relata que en la calle Ygatimi, entre Hernandarias y Colón, un grupo de obreros efectuaba una excavación al fin de colocar cimientos cuando se toparon con un cajón grande carcomido que contenía miles de monedas de oro. Los mismos dejaron la obra y se fugaron con su descubrimiento. Posteriormente en el mismo lugar se habrían descubierto algunos documentos enterrados y los vestigios de un viejo convento.
Elly Mercado de Vera recuerda en su libro sobre tesoros enterrados en Paraguay, que el 25 de abril de 1990, uno de los canales televisivos había dado a conocer el hallazgo de unas bolsas con monedas de oro enterradas en una casa sobre la calle Chile, de Asunción, por otros 2 obreros durante unos trabajos.
Debido a que la búsqueda del Plata Yvyguy está rodeada por un halo de misterio y de miedo, la mayoría de los buscadores se maneja de manera clandestina llegando a conformarse hoy una especie de sociedad secreta. Se dice que la mayoría de los que sacan algo, lo niegan debido a que corre la creencia que los tesoros encontrados bajo tierra pertenecen al Estado.

Más testimonios

En agosto de 1869, Francisco Solano López y su ejército se retiraban de su campamento en Azcurra. El 15 de ese mes, su retaguardia fue masacrada en Acosta Ñú. De allí, el ejército se dirigió a Caraguatay, donde tuvo un paso breve. Diez kilómetros antes de llegar a dicho lugar, en la ciudad de Isla Pucú, el buscador de tesoros Jorge Alonso, hermano de Víctor Alonso, encontró con un grupo de amigos algunas joyas enterradas. Las mismas, estaban en un atado de cuero que fue carcomido con el tiempo. Los vecinos les habían advertido que en el sitio se veían llamaradas de fuego, razón por la cual acudieron con sus buscadores de metales hasta el lugar.
Esta es una muestra de cómo las familias que huían con la caravana de López iban enterrando a lo largo de su marcha, sus pertenencias de más valor, con la esperanza de algún día recuperarlos.

La Batalla de Ytororõ

Traspasadas las defensas de Humaitá, dejando atrás territorio del Ñeembucú, el Mariscal López había instalado su cuartel en Ita Yvate, al sur de Villeta. Durante la campaña del Pikyrysy, como se conoce a la resistencia en estos lugares, una batalla adoptó ribetes legendarios: Ytororó. Es conocida como el paso de las termópilas del Paraguay, haciendo alusión a la contención llevada a cabo por el espartano Leónidas contra los persas en la antigüedad.
El general Bernardino Caballero junto al teniente coronel Valois Rivarola contuvieron por más de 5 horas en este desfiladero, defendiendo el único puente por el que podía ser atravesado, con apenas 3500 hombres a unos 18.000 soldados brasileños de todas las armas, comandados por el Mariscal Caxías.
Los brasileros habían desembarcado en San Antonio, y se dirigían rumbo al campamento de Ita Ybate. El ataque brasileño al puente Ytororo se produjo a las 6 de la mañana, mientras su Tercer Cuerpo de ejército se movilizaba con la intención de envolver a la defensa paraguaya a través de otro paso, cuyo camino equivocaron en más de una ocasión, facilitando la resistencia.
En los repetidos intentos, las fuerzas brasileñas fueron repelidas por la artillería paraguaya, y la caballería de Rivarola arremetía mortíferamente sobre los que se atrevían a cruzar. Varios jefes y oficiales brasileños que retaron el desfiladero cayeron muertos, mientras que la mayoría de los soldados que se replegaron sobre el puente al ser agredidos cayeron al barranco.
El mismo Caxias, encolerizado, bajó de la colina desde la cual dirigía la acción desenvainando la espada y gritando vivas al emperador. Su caballo cayó muerto a medio puente, así como sus acompañantes. Este hecho sin embargo, animó a sus hombres a cruzar la defensa. Caballero y su tropa, decidieron retirarse ante la inminente llegada del tercer cuerpo, que buscaba envolverlos.
Caxías sufrió 2.416 bajas, mientras los paraguayos perdieron a 317 hombres. En este mítico territorio, donde se desarrollara aquella gesta, nos adentraremos en busca de tesoros enterrados, no cotizados en oro, sino en valor histórico.
En las cercanías del sitio donde se desarrolló la batalla, Víctor Alonso y Francisco Domínguez desenterraron uno de los pocos “tesoros” documentados de que se tiene conocimiento.
El mismo está hoy expuesto en una vitrina de la “Mineoro de Brasil”, fabricante de los más importantes buscadores de metal del vecino país, del cual son representantes actualmente.

Tesoros Macateros


No es extraño que en la zona de Villeta, San Antonio, Ypane, Ytororo, sitios donde estuvieron acampando, principalmente los aliados, se descubran algunos entierros. Afirma Osvaldo Bergonzi, que numerosos comerciantes italianos al servicio de los aliados eran constantemente asaltados por los soldados brasileños, quienes borrachos buscaban saldar cuentas de juegos o pagar por mujeres. Por ello, estos “macateros” enterraban su oro y marcaban el lugar, y así como los nuestros, no todos volvieron a recuperarlos.
El coronel norteamericano Thompson comenta que tras la batalla de Curupayty, los soldados paraguayos recogieron de los muertos argentinos, que fueron recién pagados, una gran cantidad importante de libras esterlinas y relojes. Este hecho confirma la circulación de monedas de gran valor entre los aliados, muchos de los cuales también fueron a parar bajo tierra.

Mitos y leyendas

La leyenda por lo general habla de luces inexplicables que aparecen en la noche, resplandores fugaces, se habla de apariciones que custodian los entierros y los dan a conocer a los indicados, aquellos que reúnen las prendas morales precisas.
También se habla popularmente de un perro blanco sin cabeza que lo custodia, o incluso de cualquier animal blanco que desaparece en el lugar donde se halla el Plata Yvyguy. Los trabajos deben hacerse a la noche, según la creencia popular, y no debe haber malos pensamientos, como la codicia, entre quienes hacen el trabajo, pues el Plata Yvyguy puede mudar su ubicación.
Más recurrentemente se habla de arboles que se incendian en la noche. Esto último podría deberse a los gases expedidos por algunos metales preciosos y que son inflamables.

Ajos tiene historia qué contar

Las versiones señalan a Coronel Oviedo, antiguamente conocida como Ajos, como uno de los destinos del tesoro nacional. Numerosas leyendas sobre tesoros y gente que se enriqueció gracias a que encontró un entierro circulan entre los habitantes de esta ciudad.
La historia del Plata Yvyguy en esta ciudad se encuentra emparentada con otra antigua leyenda ovetense: sus supuestos túneles subterráneos. Allí, comentan algunos, pudieron haber sido escondidos algunos tesoros en los tiempos de la guerra, o en los tiempos de antiguos personajes acaudalados.
Este túnel cuyo origen y naturaleza, aun no ha podido ser explicado, estaría extendido en una red que va desde la parte trasera de la Iglesia, pasando por el edificio municipal para luego dirigirse a hacia la central de Copaco, y de allí a otros sitios de la ciudad.
Tomás Leli Micó realizó una investigación con el Intendente oventense de los años 70, José Segundo Decoud, y otros profesionales geólogos y algunos pobladores, llegando a concluir que probablemente las mismas, habrían servido para el aprovechamiento de algunos minerales apreciados.
Los pobladores con algunos años encima, quienes testimonian la existencia de dichos túneles, relacionan su construcción con alguna reducción Jesuítica que se desarrolló en el lugar y se perdió de los registros, ya que aparentemente los jesuitas no pisaron Ajos. Anteriormente las bocas de accesos de los mismos estaban abiertas, hasta que la ciudad creció y el mismo crecimiento urbanístico obligo a que los mismos sean tapados. Hace pocos años, en las afueras de la ciudad fue descubierto otro túnel, que llegó a ser fotografiado.
Varios de los edificios bajo los que transcurren los túneles de Coronel Oviedo, hoy sufren resquebrajaduras u otros problemas edilicios en su estructura, que aun no se ha podido explicar.

Los Varela

Por sobre todas las historias de tesoros enterrados en la antigua Ajos, con mayor fuerza ha sonado en la ciudad desde siglos pasados, la historia de Don Benito Varela. El mismo era antiguamente propietario de 30 leguas cuadradas en Ajos, así como de 50.000 cabezas de ganado. La leyenda histórica cuenta que por un disgusto con los López empaquetó sus siete cajones de caudales y los enterró yéndose a vivir lejos.
Hace unos 8 años, un descendiente de Varela obtuvo el permiso de la municipalidad para excavar la calle frente al edificio de la comuna, donde según los conocimientos transmitidos de generación en generación en su familia, habría sido enterrado el tesoro de Varela.
Don Benito Varela habría enterrado su tesoro, urgido de abandonar la ciudad por temor a ser fusilado por el joven general Francisco Solano López, a quien había desafiado públicamente, cuando el mismo había asumido la presidencia.
Sin embargo, algunos expertos señalan que los túneles de Coronel Oviedo no serían otra cosa que túneles naturales. La historia de los túneles no es originaria de Oviedo. Diversas ciudades, principalmente por donde marcaron su paso los Jesuitas y Franciscanos, tienen leyendas e historias de túneles que fueron construidos para escapar de los ataques indígenas, o para resguardar objetos de valor. Tomás Micó dice haber corroborada la existencia de algunos. Así podemos hallar historias similares en San Joaquín, Jesús y Trinidad, Yaguarón, incluso en Asunción.
En la capital, señala Hernán Candia, tuvo la posibilidad de detectar con aparatos electrónicos especiales, en diversos lugares de la urbe, espacios abiertos que podrían ser efectivamente túneles.
Otra jornada intensa tras los pasos del Oro del Mariscal se fue cerrando con la incertidumbre de haber encontrado o no el camino. Al otro día, marcharemos hacía San Estanislao de Kostka, escenario de traición y muerte a costa de la patria.

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